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¿Dónde está Dios y por qué permitió esto?

Actualizado: 14 sept

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Llevo nueve años como ministro y, por primera vez, me he quedado sin palabras. Como pastor, uno procura tener una respuesta lista ante cualquier pregunta relacionada con la Palabra de Dios o con la vida misma. Hasta que me sorprendieron con la siguiente pregunta:


¿Dónde está Dios y por qué permitió esto?


Pues les cuento.


Fue un día normal de trabajo. Como de costumbre, al mediodía me reuní con mi esposa para almorzar. Al terminar, nos despedimos y cada cual se dirigió a su oficina a continuar con la labor del día. Luego de un poco menos de dos horas, mi esposa me envió un DM dejándome saber que no se sentía bien de salud. De inmediato la llamé y, al escucharla, entendí que debía llevarla al hospital lo antes posible.


Llegamos al centro hospitalario de mi ciudad y, ya para cuando la habían ubicado en una camilla para darle tratamiento, partí a mi casa a buscar ropa y algunos artículos necesarios para la estadía en el hospital.


Al regresar, mientras caminaba desde el estacionamiento hacia la sala de emergencia, noté que una mujer que venía tras de mí estalló en llanto y se dejó caer al suelo. Aquello capturó mi atención. Me dirigí a ella y le ofrecí mi ayuda. Ella, cubriéndose el rostro, se manifestaba confundida:


“¿Por qué? ¡No! ¡No! ¿Por qué?”

Cuando la escuché, le dejé saber que era pastor, y ella respondió diciéndome:


“¡Ya yo no creo! ¿Dónde está Dios y por qué permitió esto? ¿Por qué dejó que la bebé muriera? ¿Por qué? ¡Ya no creo en Él!”

Impotente ante la situación, la miré y, sin respuesta alguna, opté por sentarme a su lado y acompañarla en silencio. Nada de lo que pudiera decir le traería consuelo.


Mientras la observaba, hablaba con Dios y le decía:


“Padre mío, ¿cómo te defiendo? Dame alguna palabra de aliento para esta mujer.”

Le dije:


“Yo no tengo respuesta del por qué Dios permitió que la bebé muriera. Pero voy a orarle a Dios para que Él te supla paz y consuelo en medio de tu quebranto. ¿Me permites orar?”

Con su consentimiento, le tomé la mano, levanté mi mirada al cielo y comencé a orar al Padre, pidiendo su intervención.


En resumen, aquella mujer estaba apartada y, en medio del dolor, le hice entender que era el momento perfecto para poner nuevamente su vida en las manos de Jesús. Sostuvimos un fuerte debate, pero Dios me fue dando las palabras correctas para hacerle entender que Él la amaba y que la recibía con los brazos abiertos. Allí la acompañé a orar, a hacer confesión de pecado y a volver a creer.


Comparto esta historia con ustedes porque me llama mucho la atención esa pregunta: ¿Dónde está Dios y por qué permitió esto?


Normalmente, mi respuesta sería que Dios está en el lugar donde lo dejamos cuando somos nosotros los que nos alejamos. Pero, ¿cómo le digo eso a una mujer que está sufriendo por la muerte de un ser querido? ¿Cómo voy a señalar sus fallas en un momento de tanto dolor? No sería prudente. La verdad es que me quedé sin palabras.


Y tenemos que entender que es normal que las personas cuestionen la existencia de Dios en medio de sus pérdidas. Es normal que se pregunten dónde está Dios cuando suceden cosas graves e inexplicables para ellos. Es normal que nuestra fe se tambalee y pensemos que nada vale la pena si, al final, Dios va a permitir que sucedan cosas dolorosas en nuestra vida.


Pero tenemos que aceptar que Dios no nos promete que no tendremos dificultades.  Dios no se compromete a librarnos del dolor. Lo que sí asegura es que estará con nosotros cuando sucedan los eventos que laceran nuestro corazón.


Dios no libró a los cuatro jóvenes hebreos del horno de fuego, sino que estuvo allí con ellos. Dios no libró a José de ser vendido por sus hermanos ni de estar en la cárcel, pero dice la Palabra que en todo lo que le aconteció, Dios estuvo con él.


Hay cosas que no vamos a comprender de la vida misma y que nos harán cuestionar dónde está Dios y por qué permitió que sufriéramos. Pero, tal como le dije a aquella mujer, hoy puedo asegurarte de que Dios está a tu lado, consolándote y dándote fuerzas para enfrentar la difícil prueba que atraviesas.


La Biblia nos comparte la historia de Job y de cómo perdió a todos sus hijos en un solo día. Ciertamente, él cuestionó a Dios, y Dios le reprendió por tal cuestionamiento. Le preguntó dónde estaba cuando Él creó todo, y le dijo:


“¿Quién eres tú para dudar de mí?”.

Hermanos míos, hay cosas que nunca entenderemos y, por lo tanto, no tendremos respuesta a muchas de nuestras preguntas. Pero lo importante es reconocer que Dios está ahí en todo tiempo.


Como relata el antiguo poema de las huellas en la arena: en los momentos más duros de tu vida, Dios te lleva cargado en sus brazos.


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